domingo, 16 de octubre de 2011

AGOGÉ, LA EDUCACIÓN ESPARTANA (II)

LA EDUCACIÓN ESPARTANA DURANTE LA ÉPOCA ARCAICA (siglos VIII-VI a.C.).

Nuestros conocimientos del sistema educativo espartano fundamentalmente derivan de fuentes tardías. Hay que destacar ante todo la obra de Jenofonte de Atenas, la Constitución de los lacedemonios [1], las obras de Platón [2] (ambos del siglo IV a.C.) y la obra de Plutarco de Queronea, Vida de Licurgo [3] (éste del siglo I-II d.C.). En cierta medida también hemos de tener en cuenta las inscripciones epigráficas, si bien éstas pertenecen todas a los siglos I y II d.C.. Estas fechas hacen que los datos de los que disponemos sobre la educación espartana en época arcaica (siglos VIII-VI a.C.) sean muy escasos o anacrónicos, lo que nos obliga a tener que inferir la mayor parte de información general a través del estudio particular de la cultura arcaica lacedemonia, ésta sí mejor documentada. Para ello son muy útiles los escritos de dos poetas espartanos del siglo VII a.C., Alcman y Tirteo [4]:
Porque es hermoso que un valiente muera,
caído en las primeras filas, luchando por su Patria.
Es, en cambio, la cosa más dolorosa de todas
vivir como un mendigo, abandonando la Patria y sus fértiles campos,
errante con la madre querida y el padre anciano
y los hijos aún niños y la esposa legítima.

Éste será objeto de odio para aquéllos a cuyo país llegue
cediendo a la necesidad y a la horrible pobreza;
deshonra su linaje, desmiente su noble rostro
y toda infamia y toda vileza va con él.

Por lo tanto, si no hay para un vagabundo ninguna ayuda
ni tampoco respeto, consideración ni compasión,
luchemos valientemente por nuestra tierra
y muramos por nuestros hijos sin ahorrar nuestras vidas.

Así pues, oh jóvenes, luchad unidos
y no déis la señal de la huida vergonzosa ni del miedo;
haced grande y fuerte en el pecho vuestro corazón
y no tengáis amor por vuestras vidas cuando lucháis con el enemigo;
ni huyáis abandonando caídos a los de más edad,
cuyas rodillas ya no son ágiles, a los viejos;
pues es vergonzoso que, caído en las primeras filas,
yazca en el suelo delante de los jóvenes un hombre de más edad,
de cabeza ya blanca y barba cana, exhalando en el polvo su alma valerosa,
con las ensangrentadas vergüenzas cogidas en las manos
-visión abominable, cosa impía de ver- y desnudo;
en un joven, en cambio, todo es decoroso
mientras posee la brillante flor de la amable juventud:
su vista produce admiración a los hombres y amor a las mujeres;
caído en las primeras filas, es un héroe.

Ea pues, que cada uno de vosotros permanezca en su puesto
con las piernas bien abiertas, firmemente apoyado en el suelo con los dos pies,
mordiendo el labio con los dientes”. 

Como apunté más arriba, en contraste con la imagen que le atribuye la tradición de tendencia filoateniense, durante la época arcaica Esparta no se encerró en sí misma, sino que resultó ser la gran cosmópolis de la civilización griega, el auténtico polo de atracción cultural de toda la Hélade. Por lo que se desprende de las elegías guerreras de Tirteo, la educación espartana en época arcaica era una educación esencialmente militar, pero, a su vez, también era una educación cívica. Se trataría de una enseñanza del oficio de las armas y de la ética guerrera, pero ya no en un ambiente señorial, sino en un contexto político; es decir, en un contexto plenamente ciudadano. La razón del cambio queda reflejada en la evolución de las técnicas de combate: las luchas singulares de campeones y héroes propias del mundo homérico (monomachias) fueron sustituidas por el choque de líneas de soldados de infantería pesada -los hoplitas (oπλίτης)- en orden cerrado de batalla. Esto provocó una profunda revolución moral y política, porque el éxito de este tipo de combate residía en que las líneas de choque se mantuvieran unidas, por lo que era esencial la confianza que el hoplita depositaba en el hombre que se situaba a su derecha, pues éste le protegía con su escudo. Este sentimiento de solidaridad en el campo de batalla se trasladó a la vida civil, convirtiendo así la polis en la plasmación cívica ideal de vida colectiva, y al ejército en una milicia de ciudadanos-soldado.


La educación arcaica espartana, además de reflejar esta nueva concepción de virtud evolucionada de la areté homérica, también muestra sus orígenes caballerescos en el gusto que sus ciudadanos, tanto hombres como mujeres, mantenían por los deportes hípicos y atléticos, y la alta consideración social que tenían muchos de esos atletas. Tal es así, que sabemos que durante la celebración de los Juegos Olímpicos los espartanos solían ser los atletas que obtenían un mayor número de triunfos, éxitos que eran también fruto de los cuidados entrenamientos que ofrecían los concienzudos entrenadores laconios, grandes educadores físicos de la Antigüedad [5].
Pero la educación espartana también contaba con una parte intelectual, principalmente una educación lírica y musical, tan desarrollada durante los siglos VII y VI que en Esparta surgieron las dos primeras escuelas musicales (catástasis) que conocemos en la Historia: la de Tertrando de Lesbos, dedicada a los solos vocales e instrumentales; y la escuela formada por Taletas de Gortina, Xenodamos de Citeres, Xenócrito de Locres, Polimnesto de Colofón y Sakadas de Argos, dedicada a la lírica coral. El hecho de que la mayoría de ellos fueran extranjeros, revela que en estas fechas Esparta era un polo de atracción cultural para todos los intelectuales helenos, lo que denota que el público espartano poseía un nivel cultural considerable, quizá el mayor de toda Grecia; una imagen muy alejada de la iletrada Esparta de siglos posteriores, cuando se llegaría a decretar la expulsión de la población extranjera (xenelasía). A éstos autores hemos de añadir el nombre de los dos más famosos poetas nacionales espartanos, cuya importancia ya hemos mencionado, Tirteo y Alcman y a sus obras enaltecedoras de comportamientos humanos que pretenden despertar las conciencias de sus compatriotas.
Este aperturismo cultural espartano ha quedado comprobado por los hallazgos arqueológicos en el santuario de Artemis Orthia, donde se han hallado numerosos elementos de cultura material procedentes de Oriente y Egipto. Igualmente, este cierto influjo oriental ha quedado reflejado en el arte laconio elaborado por las comunidades periecas.
Sin embargo, es cierto que este ambiente de vanguardia cultural comenzó a sufrir un notable estancamiento a mediados del siglo VI a.C. como consecuencia de una reacción política liderada por las elites aristocráticas contra los hilotas, pero seguramente también contra las clases populares espartiatas más reivindicativas. Desde entonces la casta militar consiguió aumentar su poder, Esparta se encerró en sí misma y comenzó a distanciarse de los modelos políticos democráticos que ya empezaban a imponerse en el resto de las poleis griegas, lo que derivó en un empobrecimiento paulatino de su desarrollo cultural. Probablemente sea en este momento cuando se configura definitivamente el modelo educativo espartano tal y como nos lo han transmitido las fuentes, la agogé (“conducción”) que, según la tradición, era parte del kósmos (“estado de cosas”) creado por Licurgo.
A diferencia de los modelos educativos que se aplican en el resto de las ciudades griegas, en los que el Estado suele ser un simple espectador o, a lo sumo, un regulador de unas prácticas pedagógicas que son fundamentalmente privadas (escuelas, gimnasios, clases particulares), la educación en Esparta es una auténtica educación de Estado. Una educación ideada, controlada e impartida por el Estado, una educación para el beneficio y perpetuación de esta misma institución. Esta situación es propia de un Estado que dirige y regula todos los aspectos políticos, económicos, sociales, culturales e incluso privados, de la vida de sus ciudadanos, ya desde antes del nacimiento y hasta su muerte; por eso se ha escrito que Esparta es el primer Estado totalitario de la Historia, que ofrecía una educación no sólo destinada a hacer de los espartanos aguerridos guerreros, sino también disciplinados ciudadanos, acatadores de las leyes y defensores del buen orden (eúkosmon) social y político.
[...] 


[1] JENOFONTE: Constitución de Esparta. Cátedra, 2009.
[2] PLATÓN: Diálogos. 9 vols. Gredos, 2002.
[3] PLUTARCO: Vidas Paralelas 1. Licurgo-Numa. Gredos, 1985; y Moralia 3. Gredos, 1987.
[4] Elegía Dulce et decorum por Patria mori. Puede verse en GARCÍA GUAL, Carlos: Antología de la poesía lírica griega. Alianza, 2001.
[5] SALVADOR, José Luis: El deporte en Occidente. Grecia, Roma y Bizancio. Cátedra, 2009.

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