Esparta era la
única ciudad griega en la que las mujeres gozaban de derechos elementales como
el de la educación, la herencia y la propiedad. Además,
las mujeres espartiatas se enorgullecían de sus logros intelectuales, poseían
el poder económico, y no tenían miedo de expresar sus opiniones. Aristóteles
reconoce así la posición de la mujer en Esparta [1]:
"El
hombre y la mujer, elementos ambos de la familia, forman igualmente, si puede
decirse así, las dos partes del Estado; de un lado los hombres, de otro las
mujeres; de suerte que, dondequiera que la constitución ha dispuesto mal lo
relativo a las mujeres, es preciso decir que la mitad del Estado carece de
leyes. Esto puede observarse en Esparta; el legislador, al exigir de todos los
miembros de su república templanza y firmeza, lo ha conseguido gloriosamente
respecto a los hombres, pero se ha malogrado por completo su intento respecto a
las mujeres, que pasan la vida entregadas a todos los desarreglos y excesos del
lujo. La consecuencia necesaria de esto es que bajo semejante régimen, el
dinero debe ser muy estimado, sobre todo cuando los hombres se sienten
inclinados a dejarse dominar por las mujeres, tendencia habitual en las razas
enérgicas y guerreras. Exceptúo, sin embargo, a los celtas y algunos otros
pueblos que, según se dice, rinden culto francamente al amor varonil. Fue una
buena idea la del mitólogo que imaginó por primera vez la unión de Marte con
Venus, porque todos los guerreros son naturalmente inclinados al amor del uno o
del otro sexo. Los lacedemonios no han podido evitar esta condición general, y
en tanto que su poder ha durado, sus mujeres han decidido muchos negocios. ¿Y
qué más da que las mujeres gobiernen en persona, o que los que gobiernan lo
hagan arrastrados por ellas?".
No obstante, la historiografía ha discutido sobre la verdadera
situación de la mujer en la sociedad espartana; y lo cierto es que tenemos
datos tanto para afirmar que era una de las sociedades antiguas más liberales
con las féminas, como para afirmar todo lo contrario, y que el papel de la
mujer en Esparta quedaba reducido a ser un mero objeto reproductivo, pues los
hijos eran, ante todo, un bien para la comunidad. Como fuere, estas diferencias
en los datos aportados por las fuentes pueden ser reflejo de una evolución en
el tiempo de las condiciones de vida de la mujer espartana. Como fuere, lo que
no tiene discusión es que la vida de la espartana giraba en torno a la obsesión
laconia por la reproducción, que fue tal que llegó a convertirse en toda una
técnica de “fabricación de niños” (teknopoiía).
Sin duda, el ideal femenino espartano era el de la maternidad.
La educación de la mujer espartana también estaba perfectamente
regulada por las normas de Licurgo, y las muchachas eran divididas en grupos de
edad, aunque su instrucción era menos severa y continuada. Y, si bien, la enseñanza
de la música, danza y canto tenían una gran importancia y competitividad, ésta,
ante todo, como en la educación masculina, giraba en torno al deporte y la
gimnasia, por lo que eran comunes los ejercicios físicos al aire libre y su
participación en competiciones de velocidad, lucha y lanzamiento de disco y
jabalina. En ocasiones, las mujeres participaban desnudas en estos certámenes
en los que además también participaban los hombres. Esto ha llevado a suponer
que la mujer espartiata gozaba de una enorme consideración social y de una
amplia libertad en su comportamiento, así como en el ejercicio de ciertos
derechos, aunque estos nunca fueran políticos.
La idea, que en nuestros días ha sido verificada por la ciencia,
era que tal educación física permitía que las mujeres consiguieran unos cuerpos
robustos y fibrados, pues esto facilitaría la concepción de hijos y, en buen
grado, evitaría que la mujer tuviera dificultades tanto durante el embarazo
como durante el parto, lo que en buen número de casos soslayaría complicaciones
que pudiesen dañar al bebe; es decir, lo que se perseguía, una vez más,
era un objetivo eugenésico: madres en
forma eran madres más fecundas que engendraban hijos más saludables. Tal es así
que existía algunas disposiciones en las leyes espartanas, que a nuestros ojos
podrían parecer sorprendentes, como la que permitía que la esposa de un hombre
anciano fuese fecundada por otro hombre más joven, la que permitía que varios
hermanos compartiesen una misma mujer, o la que establecía que cualquier varón
podía procrear con una mujer casada si el marido de ésta no ponía
inconveniente. La sociedad espartana carecía de la conciencia de adulterio.
Tan importante era la crianza de hijos para el Estado espartano
que los solteros (ágamoi) no sólo
eran multados por serlo, sino que se les excluía de diversas celebraciones
ciudadanas y eran comúnmente vejados en público. Por el contrario, los
ciudadanos espartanos que tuvieran tres hijos quedaban exentos de prestar
servicios de armas, y los que tuvieran cuatro o más no pagaban impuestos.
En resumen,
mientras el hombre libre espartano era educado desde niño para hacer de él un
soldado, a la mujer se la educaba para que también interiorizase los principios
del Estado espartano, y aceptase el honor de ser la esposa y la madre de sus
futuros guerreros. La mujer espartana también recibía esta educación en su
hogar, en el que permanecería durante toda su juventud hasta el matrimonio,
desde edad muy temprana. En su caso, la educación corre a cargo de su madre,
hermanas mayores y nodrizas. Sin embargo, aunque el hogar espartano era la
célula social básica, y la mujer controlaba el funcionamiento de la casa, entre
las tareas que se les inculcaba no estaban las propias de las mujeres del resto
de Grecia: cocinar, limpiar, confeccionar prendas de vestir, y criar a los
hijos, pues todas éstas eran actividades reservadas a las mujeres hilotas. Con
el tiempo, cuando las niñas se iban haciendo mayores, también recibían esta
serie de valores a través de las reuniones de féminas a las que acudían, en
especial las realizadas en torno a los coros de danza y música.
LA ALARGADA SOMBRA DE
LA EDUCACIÓN ESPARTANA.
“Historia de un mito historiográfico”, “espejismo espartano”,
“mito o realidad”,... son algunas de las muchas expresiones que podemos
encontrar en obras actuales sobre la Historia de Esparta y que reflejan la complejidad
que el historiador moderno tiene para conocer la verdad sobre la historia del
Estado lacedemonio, pues todo lo que conocemos de él nos ha llegado a través de
la idealizada imagen que nos han legado sus partidarios, en especial Jenofonte,
o la pervertida visión que nos han transmitido sus detractores filoatenienses.
Y es que ya en la Antigüedad Esparta
y su modelo educativo no dejaban a nadie indiferente y representaban el
paradigma de la confrontación ideológica entre los grupos más conservadores de
las sociedades griegas, partidarios de un férreo dirigismo estatalista que
veían en Esparta el paradigma de eficacia y de orden social, y los defensores
de sistemas más democráticos.
Igualmente, la historiografía moderna rara vez ha escapado a las
pasiones en pro y en contra de Esparta; la penúltima vez ocurrió en la primera
mitad del siglo XX, cuando los historiadores liberales veían en Esparta un
vetusto precedente de los entonces triunfantes regímenes fascistas, mientras, en
cambio, para estos últimos, Esparta fue, y no sólo en la teoría, una fuente de
inspiración para levantar las estructuras de sus nuevos Estados totalitarios.
Tanto la
Alemania nacionalsocialista como la Italia fascista, y otros
regímenes menos exitosos, tomaron prestados algunos de los modelos
institucionales laconios. Así, en la Italia del Ventennio, que se reconocía
heredera de Roma y de la civilización grecolatina, la juventud itálica era
obligatoriamente agrupada desde la más temprana infancia en las organizaciones
paramilitares de la Gioventú Fascista:
Hijos de la Loba, Balillas,.... Estas organizaciones funcionaban en torno a las
actividades físicas y las ideas de disciplina, jerarquía, amor a la Patria. Sin embargo, a
diferencia de una Italia mussoliniana más humana y mediterránea, será la Alemania
nacionalsocialista la que lleve fríamente hasta el extremo algunas prácticas de
clara influencia espartana. Ya desde el siglo XIX una parte de la
historiografía germana se empeñó en idealizar el modelo social y político
espartano, e identificar a los dorios con las poblaciones arias, en lo que era
una forzada y racista interpretación de la Historia. Conociendo
la influencia que éstos historiadores decimonónicos tuvieron en la
configuración ideológica de los movimientos nacionalistas alemanes del cambio
de siglo, estamos en disposición de afirmar con rotundidad que algunas de las
instituciones que posteriormente crearía el Estado nacionalsocialista, son una
copia directa, y exagerada hasta el paroxismo, de los modelos espartanos.
Recordemos, así, las políticas de eugenesia germanas, o como la juventud
alemana también era agrupada en las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend), o
como el proyecto Lebensborn pretendía
crear una raza perfecta de hombres nuevos en auténticos criaderos humanos.
No obstante, Esparta no fue un modelo exclusivo de los Estados
fascistas, sino que otros Estados totalitarios, quisieron ver en Esparta el
precedente y la garantía del éxito para modelos políticos igualitaristas y
comunistas.
BIBLIOGRAFÍA
UTILIZADA Y RECOMENDADA.
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VV.AA.:
Esparta. Cuadernos de Historia 16, 14.
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[1] ARISTÓTELES: Política II, 6. Alianza.
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