
La agogé es un sistema
del que sólo estaban exentos los herederos al trono de la monarquía dual espartana,
los hijos de las dos dinastías reales -Agíadas y Euripóntidas-, pues ellos
estaban destinados a mandar, no a obedecer. Todos los demás varones libres u homoioi (ομοιοι, los “semejantes”
o los “iguales”) estaban obligados a someterse al mismo, pues era condición
indispensable para convertirse en ciudadano espartano de pleno derecho y, con
ello, poder participar en la toma de decisiones políticas, tanto a través de la
asamblea popular de guerreros (Apella, ἀπελλά),
como de las magistraturas (éforos, εφορος, “supervisores”) y finalmente del consejo de ancianos (Gerusía, γερουσία).
No obstante, otros grupos que no eran plenamente ciudadanos, como los móthaces (μόθακες, hijos
bastardos o mestizos nacidos de la unión entre espartiata e hilota) y los trophímoi (τρόφιμοι, hijos
de extranjeros), tuvieron cierto acceso a la agogé. Evidentemente, ni periecos, ni hilotas puros, fuese cual
fuese su discutido estatus (socios, esclavos, servidores,...) jamás tomaron
parte de este modelo educativo.

Pero ya en este periodo de educación doméstica la severidad y la
disciplina estaban omnipresentes, y es clásico el dato que recuerda que los
niños espartanos eran bañados en vino, tanto para probar su buena salud, como
para aprovechar las propiedades desinfectantes del alcohol. Es interesante
apuntar que precisamente las mujeres laconias (periecas e hilotas, claro está,
nunca las espartiatas) eran internacionalmente reconocidas como las mejores y
más eficientes nodrizas de Grecia y las más cotizadas en los mercados del Egeo.
Al cumplir los siete años el niño era entregado al Estado para
iniciar el auténtico periodo de formación y socialización, que duraba hasta que
cumplía los veinte, pasando entonces a ser ciudadano de pleno derecho. La agogé, por lo tanto, tendría una
duración de 13 años, y quedaba dividida en tres ciclos:
§
Primer Ciclo (cuatro años de Primaria),
de los 8 a
los 11 años:
-
1er año (de significado
desconocido),
-
2º año (párvulo),
-
3er año (infante),
-
4º año (mocito).

En este periodo su educación
se centraba en juegos y ejercicios físicos que comenzaran a formar y fortalecer
su cuerpo. Tanto es así que cada diez días un grupo de éforos examinaba la
buena forma física de los jóvenes, ridiculizando en público a todos aquellos con
exceso de peso o a los que parecieran afeminados. No obstante, el eje central
de esta “educación primaria” giraba sobre todo en adiestrar a los jóvenes en la
obediencia y respeto a la jerarquía existente, así como en el dominio de sus
emociones. Sin embargo, al igual que los de otras poleis griegas como Atenas, los niños espartanos también recibían
una educación intelectual: aprendían a leer y escribir, aprendían aritmética
elemental, así como algo de música, danza y poesía.
§
Segundo Ciclo (cuatro años de Pubertad),
de los 12 a
los 15 años:
-
1er año (chico de 1º)
-
2º año (chico de 2º)
-
3er año (futuro eirén)
-
4º año (futuro eirén de 2º).
A los doce años el
niño pasaba a ser considerado un paîs,
y abandonaba definitivamente la casa de sus padres para ingresar en un
internado-cuartel, del cual no se marchará del todo hasta los treinta años,
después incluso de haber acabado la formación en la agogé, y ni tan siquiera tras casarse después de los veinte. En este
internado eran encuadrados en ílai
(“compañías”), divididas por grupos de edad. Cada una de estas compañías recibía
un nombre específico, y el paso de una a otra era celebrado con pruebas
rituales. Es por esto que no podemos entender la agogé simplemente como un rescoldo de antiguas prácticas
anacrónicas, sino como una regulación sistemática de un periodo de marginación
temporal y de aculturación para los
jóvenes, del que poco a poco irían emergiendo hasta integrarse plenamente en la
vida comunitaria.

Por todo esto en el
programa educativo seguía destacando la educación física, a la que se sumaban
los primeros grados de instrucción militar: práctica de esgrima, lanzamiento de
jabalina, maniobras en formaciones compactas de infantería -tan fundamentales
en la lucha hoplítica-,.... Se incentivaba al máximo el espíritu combativo de
los niños a través de duras competiciones rituales entre bandos en las llamadas
platanistas –luchas nocturnas por grupos
en las que también tenían que dar muerte a un jabalí y que estaban acompañadas
con sacrificios al dios Enyalio, dios de la guerra espartano, para algunos de
posible origen micénico- así como a diferentes ritos en el santuario de Orthia.
En cambio, poco a
poco la lectura y la escritura iban siendo arrinconadas, y tan sólo se prestaba
notable atención a la danza, la música y la poesía, por las aplicaciones
religiosas y militares que éstas presentaban. De las obras líricas, sin
embargo, siguieron destacando las elegías de Tirteo, utilizadas por sus
contenidos (la Segunda Guerra
Mesenia) como auténticos himnos de marcha, y acompañados de una especie de
música militar.
§
Tercer Ciclo (cinco años de Efebía),
de los 16 a
los 20 años:
-
1er año (eirén de 1º o sideínas),
-
2º año (eirén de 2º año),
-
3er año (eirén de 3º triteirén),
-
4º año (eirén de 4º año),
-
5º año (peoteiras o jefe de eirenes).
En este último ciclo
el adolescente o paidískos pasaba a
ser considerado un eirén, el grado máximo
en la escala de formación militar espartana, lo que le convertía, a su vez, en
auténtico instructor y mentor de los reclutas más jóvenes recién incorporados.
Era un periodo en el
que la educación se centraba, por un lado, en completar y pulir las técnicas de
combate hoplítico, y, por otro, en la formación definitiva del carácter del
educando, que debía asimilar plenamente el ideal de patriotismo laconio, en el
que todo se tenía que sacrificar en pro de los intereses comunes/nacionales,
incluso, llegado el caso, la propia vida, pues la única forma de bien posible para
un espartano radicaba en la defensa del interés general de la ciudad. Para ello
se llevaba al extremo el desarrollo del sentido comunitario y se desdeñaba el
beneficio y la gloria personal. Igualmente, es ahora cuando los jóvenes entraban
en contacto con las instituciones y conocían los pormenores del funcionamiento
del Estado espartano.

La educación de los niños era confiada desde el principio a un
instructor o paidonomós, el cuál era
ayudado en sus tareas por unos jóvenes provistos de látigos (mastigophóroi). No obstante, el alumno
estaba obligado a obedecer a todos aquellos compañeros mayores que él, en
especial a los “eirenes”, que eran fundamentales en el proceso educativo de los
más pequeños, así como a todos los ciudadanos adultos que se cruzasen en su
vida.
Esta convivencia entre hombres en una fraternidad
aristocrático-militar, con la exclusión material de las mujeres, y la
exaltación de los típicos valores varoniles, ha generado un mito
historiográfico según el cual el método pedagógico de la agogé se basaba en la aceptación de una pederastia ritualizada. No
me parece serio que una parte de la historiografía moderna se haya dejado
seducir por los talibanes del arco iris, por los mismos que se empeñan sin
fundamento histórico en afirmar que Julio César era gay, o que Hitler y Kubizek
fueron amantes. Parece evidente que el amor viril espartano no residiera tanto
en las prácticas homosexuales plenas (lo que no supone negar absolutamente su
existencia), como en un ideal misógino de virilidad total que tendría un
carácter iniciatorio en las costumbres sociales y en la escala de valores
vigente. Probablemente, a partir del segundo ciclo educativo determinados
aspectos de la educación de los más pequeños eran encomendados individualmente
a un alumno de mayor edad (de tercer ciclo). En esta relación podría surgir,
por un lado, el deseo de seducir y de afirmarse del eirén - o erasta (vigilante)-
sobre su pupilo (eromeno), y, por
otro, el sentimiento de admiración y el deseo de imitación conductual de éste
sobre aquél, que representaba la imagen del héroe y que era reflejo de la
ansiada areté. Lo más probable es que
esta relación tuviera un objetivo fundamentalmente pedagógico y no tan sexual
como en ocasiones han mantenido algunas fuentes más interesadas en difamar que
en describir el universo lacedemonio. Es curioso que, a diferencia de lo
ocurrido con otras ciudades griegas, en Esparta la arqueología no haya
recuperado ni una sola pintura cerámica que recoja un acto homosexual. Por otro
lado, la alta consideración de las mujeres espartanas parece totalmente
incompatible con una sociedad en la que la mayoría de los varones hubiesen sido
víctimas de abusos sexuales. Finalmente, parece poco probable que la
homosexualidad fuese algo generalizado, ni mucho menos algo promovido por el
propio Estado, pues un niño víctima de actos de pederastia tiene muchas posibilidades
de convertirse en un misógino integral, y en un incapacitado para en el futuro cumplir
con la función más importante de todo ciudadano de Esparta: engendrar su propia
progenie. En esta línea, hay que recordar que todo espartano que no tuviera
hijos corría el riesgo de ver disminuido su status
social, de ser apartado de la vida civil y política, pasando a ser considerado algo
mucho peor que un ciudadano de segunda.
Lo que sí es cierto es que este modelo educativo de una separación
de sexos tan estricta provocó que las relaciones entre hombres y mujeres no
fuesen igual en Esparta que en el resto de la Hélade. Tal es así, que el joven
espartano solía casarse a una edad más tardía; sobre los treinta años el varón
–por los veinte del resto de Grecia- y sobre los veinte la mujer –por los
catorce de las otras griegas-. El matrimonio espartano era un reflejo
arcaizante de un ritual de rapto, en el que a la mujer, tras ser secuestrada,
se le cortaba el pelo al cero y se la vestía como a un varón, para evitar que
el marido sufriese un impacto visual y psicológico demasiado duro al entrar en
contacto por vez primera con una hembra. Algunos autores creen que el que la
homosexualidad femenina estuviera tan extendida entre las mujeres espartanas, y
el hecho de que la mayoría de ellas llegasen vírgenes al matrimonio, son dos
reflejos de que las relaciones heterosexuales durante la adolescencia eran muy
infrecuentes. Es más, incluso después de casado, el hombre espartano continuaba
durante un tiempo viviendo con sus camaradas y sólo ocasionalmente acudía a su
hogar para mantener relaciones sexuales, ya que la institución del matrimonio
en Esparta tenía una importancia muy relativa; lo importante era que la pareja
proporcionara al Estado unos niños sanos y robustos.
Cumplido el tercer ciclo de formación, a los veinte años (hebontes), el joven se convertía en
soldado de primera fila y podía ingresar, si se le admitía, en las
“asociaciones de hombres hechos” (sphaireis),
normalmente asociaciones de carácter deportivo. Asimismo, podía acudir a las
comidas en común o syssitía
organizadas por las fraternidades militares espartanas (lochoi), y podía dejarse el cabello largo. Sin embargo, su
definitiva integración plena en el cuerpo de ciudadanos no se alcanzaba hasta
los treinta años. Desde entonces se incorpora definitivamente al ejército (en
el que permanecerá hasta los sesenta años) y en las asambleas ciudadanas. No
obstante, aun habiendo superado la agogé,
si el aspirante no era admitido en estas organizaciones por parte de los
miembros más veteranos, éste quedaba literalmente excluido de la vida ciudadana
en todos los aspectos.

A los treinta años, el maduro espartano ya volvía a su propio
hogar a dedicarse a sus hijos y a su mujer.
[...]
[1] Este término, como sucede con el de agogé y otros, podría ser reflejo de que
este tipo de educación tiene sus orígenes en una sociedad pastoril seminómada,
como fue la de los dorios.
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